sábado, 12 de marzo de 2011

Christina Rosenvinge - La Joven Dolores (2011)

Viniendo a mostrar la versión definitiva de sí misma después de años de peregrinar por todo tipo de escenarios y públicos. Siendo un poco malvados, podríamos considerar este ‘La Joven Dolores’ como el difícil segundo disco de esta ya veterana artista, para el que cuenta con los réditos obtenidos por dicha obra pero no con el morboso interés que levantó su vida personal de aquellos días.
Enseguida percibimos el afán continuista del disco en unas canciones aún más amables y luminosas (al menos en su superficie) que las de su obra predecesora, y aunque aún recurre ocasionalmente al contraste de claroscuros (‘La noche del incendio’, ‘Debut’ o ‘Mi vida bajo el agua’, por ejemplo), sugiere que aquel álbum de 2008 sirvió a Christina no solo como renacer comercial sino como un ejercicio terapéutico que la ayudó a alumbrar sombras y ahuyentar fantasmas personales. Y si musicalmente parece así abrazar abiertamente su lado más pop, en lo lírico apenas quedan ya restos de esa amargura y ese humor bien ácido del que hacía gala en canciones como ‘Eclipse’ o ‘Alta tensión’, que dejan paso a una búsqueda abierta de la belleza en los textos de unas canciones que en su mayoría nacieron durante un retiro en la isla de Formentera (su nombre, ‘La Joven Dolores’, no es otra cosa que el de un pequeño barquito que ha trasladado pasajeros durante muchos años entre la mencionada ínsula e Ibiza).
En esa persecución Rosenvinge ha encontrado todo un leitmotiv en varias mujeres, protagonistas de diversos relatos literarios cuyas singulares historias acaban resultando modelos universales del sentimiento femenino, perfectamente reconocibles. Así nos encontramos cómo la estrofa final de ‘Canción del eco’, basada en la mitológica historia de la ninfa Eco y su amado Narciso, retrata la pena de vivir bajo una infame e irracional figura masculina. Del mismo modo, el segundo corte del álbum (‘Eva enamorada‘, sin duda una de las mejores canciones de su carrera) muestra la nada improbable circunstancia de que la bíblica Eva llegara a enfrentarse a su creador por amor al mismo Adán, o ‘Desierto’ muestra la posibilidad que la esposa de Lot, convertida en estatua de sal al volver la vista atrás en su huida de Sodoma, escogiera deliberadamente el pecado en detrimento de un futuro virtuoso.
A nadie se le escaparía además que el single de presentación ‘Mi vida bajo el agua’ se basaba en la leyenda de las sirenas para desmitificar a una mujer fatal que termina irremediablemente enganchada a una figura masculina. Incluso en ‘Tu sombra’ se atreve a usar una murder-ballad fronteriza como escenario para una historia de violencia de género. Resulta verdaderamente meritorio adentrarse en un terreno tan resbaladizo y no solo salir indemne sino además lograr un bello tratado de femineidad, totalmente alejado de mojigatería, reivindicaciones y juicios paralelos.
Además, queda espacio para una imaginería más cotidiana que, aun redundando en los hallazgos ya mostrados con anterioridad, resulta nuevamente jugosa y evocadora. Aun siendo consciente del probable error, personalmente disfruto imaginando a Christina como la protagonista de ‘Jorge y yo’ (el recuerdo de niñez y la reflexión sobre un hermano con tendencias nihilistas), ‘La idiota en mi (mayor)’ (de esas ascuas aún prendidas bajo las cenizas de un amor pasado) o la maravillosa ‘Weekend’ que retrata con majestuosa sencillez y tino el final de una relación en la que la mitad responsable no se deja arrastrar al atractivo abismo que la mitad hedonista le ofrece, una historia ya universal que dice “con el verdadero amor se hacen casas de ladrillo, con esto que hay entre tú y yo solo salen estribillos”. Oh, wait!
Si ya resulta asombrosa su lista de colaboradores habituales (Charlie Bautista -Havalina, Russian Red, Tulsa-, Steve Shelley -Sonic Youth-, Chris Brokaw -ex Come-, Jeremy Wilms -Patty LaBelle, TV On The Radio, El-P, Beyoncé-), esta se ve engrosada con más grandes nombres como Georgia Hubley de Yo La Tengo (que hace la voz de Eco en la ‘Canción del eco’) y Benjamin Biolay (que toca el piano y canta en ‘La idiota en mi (mayor)’, que ya conocimos hace meses), y con algunos más modestos pero también importantes, como la voz infantil de ‘Jorge y yo’ que corresponde a Willem, hijo mayor de la autora, o el chelo de la Boat Beam Aurora Aroca, que venía siendo habitual en sus directos y se convierte en un pilar fundamental en el sonido de este nuevo álbum. Un sonido rico, elegante, exquisito, que rinde claros homenajes (a Leonard Cohen en ‘Canción del eco’, a Serge Gainsbourg en la preciosa ‘Nuestra casa’, a Howe Gelb en ‘Tu sombra’, a Pixies/Sonic Youth en ‘Debut’) pero que, si en ‘Tu labio superior’ ya encontró su lugar propio, en este ‘La Joven Dolores’ no hace sino afianzarla de manera deslumbrante en una envidiable (respetada y alabada por la crítica, con una sólida legión de fans y un creciente potencial comercial) posición en nuestro pop por la que ella ha luchado durante muchos años.

Reseña Extraída de: http://jenesaispop.com/2011/01/24/christina-rosenvinge-la-joven-dolores/


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